Ocho y diez de la mañana, despierto a mi pequeña, la abrazo, me abraza, la llevo a caballito hasta la cocina a desayunar. Voy todavía en pijama. Le preparo la leche y el zumo de naranja y me voy a vestir.
Ocho y media de la mañana, entro en la cocina como una loca buscando las llaves del coche, el mando del garaje, metiendo el móvil en el bolso, cogiendo el abrigo, de acá para allá. Y de repente una vocecilla: "Mami, estás muy guapa". "¿Qué?", respondo. "Que estás muy guapa", me repite Elsa. La miro, me mira y me sonrie, con su boca enmarcada en los restos de Cola Cao después de beberse la leche, mirándome con los ojos llenos de alegría, a las ocho y media de la mañana.
Dejo las llaves del coche, el mando del garaje, el bolso y la cojo en brazos. Nos damos un abrazo y nos fundimos la una con la otra. Una sonrisa se dibuja en mi cara y un enorme beso se posa en su mejilla.
Hacía mucho tiempo que no me iba tan feliz a trabajar.
Seis de la tarde, llego a casa con Elsa desde la piscina, entramos y ella no quiere bañarse. Entonces se me ocurre: "¿pasamos una tarde de chicas?". Estamos las dos solas y aprovechamos a ducharnos juntas. Yo le lavo el pelo y ella me da los botes de champú y de gel. Nos echamos mascarilla en el pelo, la mascarilla de mamá que todos los días me pregunta si puede coger un poquito y yo le digo que no, que es muy cara, y nos aclaramos echando la cabeza para atrás para que no nos entre en los ojos. Salimos de la ducha, nos ponemos nuestros albornoces y nos secamos. Toca cuidar nuestra piel y nos ponemos crema hidratante por el cuerpo. La suya, de Leti At 4, tiene la piel atópica. Yo le echo un poco y ella frota la crema entre sus dos manitas y se la reparte por la tripa, siempre por la tripa. Nos secamos el pelo, nos peinamos y de repente ella encuentra un bote de vaselina de fresa en el cajón. "Mamá, espera, que falta lo de los labios". Coge una buena dosis con su dedito y se la reparte por los labios. "Ahora te toca a tí, que se te ponen malos". No puedo evitar sonreir, me siento pletórica, nunca algo tan simple como una ducha pudo ser tan reconfortante.
Gracias Elsa
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